La vida se ha transformado en un ejercicio tan frenético y estresante que acabamos moviéndonos casi por inercia sin tener la oportunidad de pararnos a pensar en lo que verdaderamente nos gustaría hacer. Todos tenemos sueños pero pocos gozan del llámese espacio, tiempo, oportunidad…o coraje para luchar por ellos. Dicho esto creo que merece la pena escribir sobre la importancia de luchar por lo que sueñas.

Cuando se corre hacia a un lugar, si se pretende llegar algún día es imprescindible saber exactamente dónde está ese lugar. Invertimos gran cantidad de horas en redes sociales o televisión, escuchando los dilemas y conflictos ajenos o ejercitando nuestros cuerpos en gimnasios o piscinas, pero ¿cuándo nos paramos a escucharnos a nosotros mismos? Desde que nacemos nos van dando empujoncitos que nos conducen de un lado para otro, y sin embargo hay una actividad tan tremendamente simple como efectiva que nos han conseguido convencer que a día de hoy es una locura realizar: detenerse. No hay prisa, de verdad que no la hay. Nada más terminar doce años de educación primaria ya estamos inscribiéndonos en la universidad, donde a pesar de ser los mejores años de nuestra vida y sin ni si quiera estar convencidos de lo que queremos estudiar, nos aterroriza acabar un año más tarde de lo que deberíamos y al poco de finalizar nos desesperamos si no encontramos trabajo de inmediato. Y así transcurre la vida, cuando algo finaliza otro algo ya está comenzando, sin pausas que nos dejen respirar, que den libertad a nuestras emociones para expresarse. Si comenzáramos a cenar justo al finalizar el almuerzo, nunca llegaríamos a tener apetito. Continuamos haciendo lo que debemos sin tener en cuenta lo que realmente deseamos.

Continuamos haciendo lo que debemos sin tener en cuenta lo que realmente deseamos

Por otro lado está el miedo a la imposibilidad, es más bonito y romántico tener un sueño que llevar a la cama por las noches que luchar por él siendo muy probable cosechar la decepción del no acabar consiguiéndolo. Pero para combatir este hándicap hay dos herramientas. La primera consiste en medir tus sueños para conseguir resultados. No se trata de abandonar tus sueños por otros más factibles, sino de dividir tu sueño final en otros que estén más al alcance: divide y vencerás. La motivación de alcanzar cada peldaño no solo te hará más fuerte, sino que te impulsará hacia el siguiente al comprobar que eres capaz de conseguir lo que te propones. Entonces, como por arte de magia, lo que antaño era una montaña deja de serlo para transformarse en un punto de vista, lo kilómetros ya no son distancia sino camino y lo imposible ya no es quimera, sino un desafío.

La segunda estrategia consiste en no ser resultadista. Si te vas a lanzar a la extraordinaria aventura de cazar sueños, has de hacerlo siendo consciente de que los sueños sueños son, aceptando vivir con la magia y el misticismo que los rodean. La magia solo funciona si crees ciegamente en ella. Lo siento pero es así, cumplir sueños está estrictamente reservado a soñadores.

Cumplir sueños está estrictamente reservado a soñadores

Lo último a tener en cuenta y más importante, es que la persecución de un sueño va a cambiarte, te va a transformar en otra persona. Seguro que ya te has percatado de este hecho, ¿verdad? Hay dos tipos de personas ahí fuera, las que duermen sus sueños y las que luchan por ellos. Levantarte cada día con la ambición de conseguir una meta o por lo menos aproximarte un poquito más a ella, ineludiblemente va a hacer tu vida más sugestiva y, además, toda esa travesía va a conllevar en sí un aprendizaje tremendo en muchos campos, pero principalmente te va a descubrir a ti mismo quien eres y cuáles son tus capacidades. Créeme, en este proceso el descubrimiento va a ser positivo siempre, pues cuando luchas por tus sueños ya eres mejor de lo que crees, no porque lo seas de repente, sino porque ese proceso de lucha ineludiblemente te va a transformar en alguien mejor. Falta aclarar que un sueño no tiene por qué ser majestuoso o exorbitante, un sueño es algo personal, humano y está estrictamente diseñado para otorgar inagotables dosis de felicidad y satisfacción al que lo sueña. Puede tratarse perfectamente de tener un jardín precioso, una familia maravillosa, escribir un libro, salir de una enfermedad o vivir una vida en paz y armonía. Un sueño no se elige, se descubre.

Los sueños no son solo utopías con las que hacer divagar nuestras fantasías, son desafíos que nos marca nuestra mente para cerciorarse de mantener viva nuestra ambición por aprender y evolucionar. La importancia de luchar por lo que sueñas no radica en acabar cumpliendo esos sueños, sino en descubrir quién eres, quién puedes llegar a ser y, lo que es más importante, quiénes van a estar siempre a tu lado durante ese camino.

Hay dos tipos de personas: las que duermen sus sueños y las que luchan por ellos