Desde hace unos meses y especialmente en los últimos días todo pinta mal; impotentes y pusilánimes somos avasallados a diario con noticias negativas y derrotistas, nuestra zona de confort ha sido ultrajada y anímicamente nos gobierna la frustración, el agotamiento y la desesperanza. Este año está siendo complicado, sí, pero aunque comencemos incluso a dudar de la evidencia pasajera de esta desdicha que nos ha conducido al marasmo colectivo, pronto superaremos este infortunio y volveremos a ser libres. Entonces estaremos en plena disposición de disfrutar la felicidad que se viene.

Pronto superaremos este infortunio y volveremos a ser libres

La situación de emergencia que vivimos nos ha obligado a tener que aceptar medidas y restricciones que atentan con nuestra definición de independencia y bienestar; nos enfurece el recordar todas aquellas actividades que ahora no podemos realizar y nos entristece pensar en seres queridos que hace meses que no hemos podido ver, ni abrazar. Nuestro agotamiento anímico nos presenta un panorama catastrofista en el que olvidamos que seguimos viviendo en una de las sociedades más avanzadas y acomodadas del planeta. Todos estos sentimientos son nuevos para nuestra generación, acostumbrada durante los últimos 30 años al mayor periodo de estabilidad y bonanza que han experimentado España y (en general) Europa, en toda la historia moderna. Estamos viviendo una etapa tan trascendental como dramática, que dejará mellas, pero también grandes lecciones y constructivos caldos de cultivo para quien esté dispuesto a aprovecharlos. Un animal que nació herido no se resiente de sus heridas; la bonanza a la que estábamos acostumbrados plantó las semillas de cada uno de los sentimientos de decepción, miedo y contrariedad que ahora estamos experimentando. Si regamos las lóbregas emociones que hoy nos abarcan, mañana se convertirán en robustos árboles bajo los que cobijarnos.

 
 

Si regamos las lóbregas emociones que hoy nos abarcan, mañana se convertirán en robustos árboles bajo los que cobijarnos.

Sin apenas percatarnos de ello, estos meses hemos desarrollado la capacidad de identificar y valorar lo que verdaderamente nos importa y lo que no. Por un lado, ahora sabemos a qué personas realmente echamos de menos, qué relevancia tienen para nosotros las actividades culturales, cuán reconstituyente puede ser un simple paseo en la naturaleza, la importancia de reunirnos con los que congeniamos y lo maravilloso que es tener la oportunidad y facilidad de viajar y desplazarse (algo que de hecho es muy nuevo para nuestra sociedad y todavía inaccesible para gran parte de la humanidad). Por otro lado, también hemos discernido todo aquello que ciertamente no precisábamos tanto, ya sean actividades, pasatiempos, objetos, lugares o personas. No obstante, hay algo aún más extraordinario que ha sucedido en este 2020: hemos pausado y disfrutado el tiempo y la ocasión de escucharnos. Todo esto ha propiciado una transformación positiva dentro de cada uno de nosotros; ahora mismo nos sentimos tristes, pero en realidad nos conocemos mucho mejor a nosotros mismos y estamos en disposición de orientar la vida para emplear nuestro tiempo en lo que y con quien nos hace felices.

Tenemos la opción de reflexionar para invertir nuestro tiempo con quien nos hace felices

Aunque ahora mismo puedan resultar alegorías enajenadas, inapelable e indiscutiblemente, en unos meses abrazaremos a amigos y familiares, sintiendo la verdadera carga de afecto que transporta un abrazo; beberemos y bailaremos con conocidos y extraños en bares y verbenas, conscientes de que la diversión auténtica es la compartida; viajaremos por España y por el mundo, apreciando el privilegio del libre albedrío y la aventura inmersiva de descubrir otras culturas; programaremos planes y excursiones con semanas y meses de adelanto, valorando la estabilidad y confianza en el futuro de la que habitualmente disfrutamos; viviremos sin miedo, siendo conscientes de nuestra vulnerabilidad con el convencimiento reforzado de que la vida es tan corta como maravillosa y que no hay que demorar ni un día para hacer aquello que ansiamos; pasaremos el día admirando sonrisas recordando para siempre los tiempos en los que la alegría fue enmascarada y, en definitiva, superaremos este lapso habiendo forjado las bases para saber quiénes somos y qué queremos, para valorar lo que tenemos y apreciar cada segundo, y para estar así en plena disposición de disfrutar copiosamente la felicidad que se viene.

Pronto disfrutaremos en libertad la felicidad que se viene